El juego hace que los bebés y
niños pequeños aprendan a conocer su cuerpo, los límites de él y su entorno
Afectivas: al experimentar
emociones como sorpresa, expectación o alegría; y también como solución de
conflictos emocionales al satisfacer sus necesidades y deseos que en la vida
real no podrán darse ayudándolos a enfrentar situaciones cotidianas.
Creatividad e imaginación: el
juego las despierta y las desarrolla.
Los niños deben disfrutar de sus
juegos y recreaciones y deben ser orientados hacia fines educativos para así
conseguir el máximo beneficio.
Por ejemplo, cuando el niño
quiera hacer que su torre de bloques pueda ser más alta, utilizará su
pensamiento para descubrir que debe colocar los bloques más grandes en la base,
o hacer una base con varios bloques pequeños y conseguir hacer una torre más
alta que si lo hiciera apilando un bloque tras otro.
A partir de los dos años de edad,
el niño comienza una nueva etapa de juego utilizando su experiencia anterior
para conseguir nuevos aprendizajes más elaborados debido a que la naturaleza de
sus juegos cambiará porque está desarrollando su capacidad para pensar el sus
nuevos descubrimientos, comienza a comunicarse fluidamente, amplía su
vocabulario y cuenta con un mejor dominio de su cuerpo (motricidad gruesa y
fina), haciendo que busque nuevas experiencias, compañeros de juego para
desenvolver su imaginación participando más en el mundo de los adultos.